lunes, enero 13, 2014

El Amor de Cristina


Cristina una niñita muy frágil y delicada, costaba mucho que comiera. La mamá y la nana trataban de darle la comida contándole cuentos, haciéndoles juegos y Cristina terminaba apenas comiendo la mitad del plato. Tenía cinco años y la mamá le decía este es un trencito, viene la locomotora, luego un carro con sopa; ¡Mira! Cristina que buena es la sopa y le daba algunas cucharadas hasta que Cristina no quería abrir la boca. La mamá seguía diciendo…viene otro carrito…y trae puré…y le daba otras cucharadas y luego viene el carro con la carne; pero Cristina ya cansada no quería más. Todos los días le inventaban algo para que comiera; la niña se fue debilitando, no tenía defensas, se resfriaba con facilidad y faltaba mucho al colegio, porque pasaba enferma.

Vivía en una casa estilo inglés, rodeada de jardines y parques. Cerca de la casa había lindos rosales que subían por el muro al lado de la ventana entrelazándose con las enredaderas de hiedras. Cerca de la piscina un hermoso macizo de flores, paqueret, rosas blancas y amarillas. Al lado plantas perennes y otras de temporadas, como petunias, orejas de oso, prímulas y pensamientos; también había algunas coníferas como un abeto azul, un ilex variegado, thuyas doradas, yuníperos, ericas, todos muy lindos; camelias, diamelos rododendros, magnolios y otra infinidad de arbustos y plantas. Cristina disfrutaba mucho de este parque.

A medida que fueron pasando los años, su estado de salud fue empeorando y terminó postrada en cama. Sus piernas no tenían fuerza para sostenerla, había cumplido nueve años y desde ese momento no volvió a caminar sola. Con muchos cuidados se fue recuperando; le compraron una silla de ruedas y una enfermera estaba permanentemente a su lado para cuidarla. Como ya no iba al colegio, venían algunos profesores a darle lecciones de castellano, matemáticas, historia e idiomas. El mundo de Cristina se redujo a su casa, veía a sus padres y al personal que la atendía.

La casa era grande y cómoda. El médico aconsejó ejercicios para las piernas, así todas las mañanas le daban masajes y hacía algunos ejercicios para recuperar el movimiento de sus piernas. Algunas veces venían a verla sus primos y primas, pero se aburrían a su lado y la miraban con pena; ellos jugaban, corrían y Cristina no podía moverse de su silla, le dolía el corazón cuando sentía esa mirada de pena en los ojos de quienes la veían y prefería refugiarse en los libros, y en el piano, porque aprendió a tocar aunque no podía usar los pedales. Se entretenía tocando horas y horas, le agradaba la música clásica y romántica. Sus padres no se conformaban y trataban de ayudarla por todos los medios para que volviera a caminar. Cuando estaba próxima a cumplir quince años, una noche llega un joven abogado a comer con ellos, era hijo de un amigo del papá y trabajaban juntos. Cristina al verlo lo encontró muy buen mozo, tenía hermosos ojos verdes, cabello castaño crespo y su tez tostada por el sol; al acercarse a saludarla ella sintió algo extraño en su corazón como que apuraba sus latidos.

El toma su mano y con una cálida sonrisa le dice: ¡encantado de conocerte Cristina! Ella solo responde… ¡mucho gusto Gerardo!...conversaron un momento y luego pasaron a la mesa. Cristina no hacía nada más que mirarlo, sus ojos entre azules y verdes de pestañas largas y sedosas, tenían una mirada soñadora como si se quedara perdida en el espacio… Gerardo la encontró muy bella. Su cabello rubio con visos dorados, su tez tan blanca…se veía tan frágil… sintió pena que estuviera recluida en esa silla de ruedas, Cristina notó su mirada de pena y una sombra pasó por sus ojos, un dolor clavó su corazón; él también sentía pena por ella, Gerardo se dio cuenta y le habló… ¡Así que en un mes más vas a cumplir quince años Cristina! ¿Qué deseas para ese día? Ella lo mira y se demora en contestar… me gustaría que viniera a mi fiesta: él responde será un placer venir a saludarte. Cristina le da las gracias y sonríe; Gerardo piensa… ¡que linda se ve cuando sonríe!... pero tengo que tener cuidado, ella es muy sensible y capta todo, apenas va a cumplir quince años y yo tengo más de veinte, no quiero que sufra una desilusión por mi causa. Cristina quedó encantada con Gerardo, se había enamorado de él. Le preguntó a su papá que hacía Gerardo y éste le contó que era muy inteligente y que tenía un brillante futuro junto a su padre que era un abogado de alto prestigio. Cristina se sintió muy contenta, él le había prometido volver a verla. Un día Gerardo llegó a la hora de almuerzo; Cristina lo ve llegar y le pide a Lucía su enfermera que la arregle y la lleve al salón. Lucía la nota nerviosa, trata de tranquilizarla, le peina su hermoso cabello y la lleva al salón dónde están sus padres y Gerardo; él al verla se acerca a saludarla y le dice: ¡que alegría verte Cristina!... ¡Estás hermosa! Ella se siente feliz y le responde: ¡agradezco su gentileza Gerardo! Conversaron un momento y el papá de Cristina se apartó con Gerardo yéndose a la biblioteca. Cuando volvieron al salón la mamá de Cristina lo invitó a almorzar; Gerardo aceptó con mucho agrado. El almuerzo estuvo exquisito y Cristina participó en todo momento de la conversación. Gerardo la mira y le pregunta: ¿que le gustaría hacer en el futuro? Ella responde: me gustaría seguir paisajismo, pero no puedo desplazarme con facilidad… tendría que pensarlo. La mamá interviene, ¡Cristina!... El médico y el kinesiólogo creen que pronto estarás caminando. Te has recuperado casi totalmente, tu peso es normal y tienes que poner todo de tu parte para volver a caminar.

Gerardo le dice. Sé que eres muy estudiosa y te concentras en todo lo que haces; ¡pronto volverás a caminar! Cristina lo mira y piensa… a él también le molesta esta silla de ruedas… Gerardo nota su tristeza y trata de cambiar el tema. Le pregunta: ¿Cristina te gustaría salir a pasear conmigo esta tarde? No tengo que volver a los tribunales, sólo debo preparar un alegato para mañana. A Cristina se le iluminan sus ojos y le dice. Si me gustaría, pero Lucía tiene que acompañarme, no quiero ser una molestia. Gerardo le dice: al contrario es un agrado llevarte, no necesitas a Lucía.

Los papás se sonrieron al ver a Cristina tan contenta. Lucía la arregla y cuando salen, ya Gerardo está despidiéndose en la puerta principal; se acerca, la toma en brazos y la deja suavemente en el asiento delantero, al lado suyo, cierra la puerta y sube al auto. Se van felices a dar un paseo. Cristina se ubica muy poco porque casi no sale. El la lleva por la calle principal, luego al comercio, la plaza que es muy amplia y bonita, con muchos árboles y jardines. Paran en una confitería y la invita a tomar helados, Cristina no se atreve a bajarse y él compra unos barquillos y los trae al auto. Se toman los helados y conversan un rato; Gerardo le cuenta que vive con sus padres, que pronto hará, un viaje para hacer un doctorado y seguir perfeccionando algunos idiomas, además tiene negocios en el extranjero. Cristina se siente tan a gusto con él, hay una alegría en su corazón; le cuenta sus sueños, quiere terminar sus estudios. Le habría gustado ser concertista, pero por sus piernas no puede tocar los pedales. Ha pensado en paisajismo, le gustan las plantas, los árboles, la naturaleza y el colorido de las flores. Le encantaría conocerlas, cuidarlas y darle una ubicación adecuada. Gerardo la alienta y le dice que es una carrera muy bonita, espera que al volver de su viaje ella ya sea toda una profesional. Cristina se entristece y le pregunta: ¿Cuánto tiempo va a estar fuera? El le responde más o menos un año. Ella siente que lo va a echar de menos.

Vuelven a la casa que queda retirada del centro, fuera de la ciudad. La dejó en su silla de ruedas que Lucía le tenía preparada; Cristina siente una sensación maravillosa cuando él la toma en sus brazos, ¡es tan fuerte! Que agradable sería estar siempre con él; Gerardo se despide de la mamá de Cristina y a ella le dice… ¡ha sido una tarde muy agradable!... ¿volveré a verte antes de irme? Sí… dice Cristina, no olvide que está invitado a mi cumpleaños. Gerardo sonríe y le dice: no lo olvidaré

Pasan los días y Cristina no vuelve a ver a Gerardo. Llega el día del cumpleaños y él no viene, sólo llega una tarjeta que al leerla a Cristina se le llenan los ojos de lágrimas.

Querida cristina, tuve que adelantar mi viaje, te debo el regalo de cumpleaños, lo comprare en Europa, deseo que este día seas muy feliz. Saluda a tus padres de mi parte y un cariñoso abrazo para ti.

Gerardo

Cristina se había ilusionado tanto pensando que Gerardo vendría a su fiesta, ahora sólo deseaba ir a su dormitorio y llorar, pero estaban sus invitados y sus papás le habían hecho una linda fiesta de cumpleaños. Se tranquilizó y Lucía la llevó en su silla de ruedas donde los invitados. Estaban todos en el jardín, porque era primavera y el día estaba templado muy agradable, la familia de Cristina le trajo muchos regalos. Ella tuvo una sonrisa para todos, pero en su interior su corazón lloraba. ¡Había deseado tanto que viniera Gerardo! Los médicos recomendaron a los padres de Cristina que hiciera ejercicios en una piscina temperada, porque la natación le haría muy bien para sus piernas. Cristina hacía ejercicios todos los días y andaba en una cinta mecánica, pero las veces que había intentado andar fuera de la cinta, no había podido hacerlo. No tenía fuerzas… se caía e intentar pararse de la silla era imposible. Ella se había decidido a poner todo de su parte para volver a caminar, sabía que la silla era un impedimento en su vida…Tal vez cuando volviera Gerardo, ella ya estuviera caminando.

Hacía los ejercicios en la mañana y en la tarde, iba a una piscina temperada, le daban masajes y le hacían ejercicios en el agua para dar movimiento a sus piernas. Día a día iba recobrando la elasticidad y flexibilidad en sus músculos, los que habían estado sin movimiento por tanto tiempo. Los progresos eran asombrosos. Cristina tan ordenada y constante, se concentraba tratando de hacer todo lo que le decían. Terminó muy bien el año, tanto en sus ejercicios como en sus estudios. No había tenido noticias de Gerardo; Para navidad llegó una tarjeta. Venía de Alemania. Le deseaba una Feliz Navidad en compañía de sus padres, pero no decía nada de su regreso. Cristina le preguntó a su papá si sabía cuando volvería Gerardo, Este le dijo que el viaje en un principio había sido programado por un año, Apenas se había ido hacía unos meses y él creía que se iba a alargar mucho más, porque Gerardo quería sacar un doctorado y perfeccionarse en varios idiomas. Cristina se sintió terriblemente desilusionada, sabía que él no estaba enamorado de ella, le había demostrado cariño, pero no amor y sólo lo vio dos veces. Ella deseaba estar recuperada y muy hermosa para cuando él regresara.

Para Año Nuevo llegó otra tarjeta, decía “Feliz Año Nuevo” cariños Gerardo y venía de Paris

Cristina pensaba que lindo era viajar. Las tarjetas eran bonitas; a ella le habría gustado pasar año nuevo en Paris, pero todavía no podía caminar sola… seguiría intentándolo. Sus padres estaban muy contentos con sus progresos y trataban que saliera e hiciera nuevos amigos, pero ella se rehusaba. Les decía pronto cuando vuelva a caminar. Un día en la mañana después de andar en la cinta mecánica dio unos pasos sola, Lucía gritó de alegría; ¡Que bueno Cristina!... ¡Has dado unos pasos!.. Esto es un gran adelanto. Cristina se sintió feliz, le había costado tanto y aún sentía miedo de caerse y no volver a caminar, su fuerza de voluntad era superior a todo, creía que con un poco más de esfuerzo lo lograría. 

Gerardo se dedicó a sus estudios y negocios, paseó y conoció a varias jóvenes con las que salió y se hizo amigo, pero ninguna era tan linda y se sentía tan a gusto como esos momentos que pasó con Cristina. Recordaba con frecuencia sus ojos soñadores, su cabello rubio dándole una luminosidad a su cara tan blanca; era frágil y el sentía deseos de protegerla y cuidarla; le había escrito tres tarjetas, no tenía noticias de ella, no quería llamarla por teléfono e ilusionarla, sus ojos reflejaban amor y él sólo sentía un gran cariño por ella. Gerardo le compró un regalo en Paris, pensó tanto en Cristina que se lo eligió con mucho cuidado para agradarla, creía que le gustaría. Le faltaban varios meses para completar los estudios; y los asuntos de negocios estaban casi listos… deseaba volver a verla. Se acercaba nuevamente la fecha de cumpleaños de Cristina, sus padres estaban muy contentos, ella cada día daba un paso más. Ahora ya caminaba fuera de la cinta mecánica, todavía muy insegura, pero era un gran avance, sus estudios iban muy bien, podía ir a la Universidad si lo deseaba. Cristina pensaba y soñaba con Gerardo. No había vuelto a tener noticias de él. Su papá le comentó que estaba bien y que volvería empezando la primavera, seguramente antes de fin de año. Cristina ponía toda su fuerza de voluntad para caminar y le pedía a Lucía que le ayudara a arreglarse; quería verse muy bonita. Lucía le decía: no necesitas nada para verte bonita ¡Eres bonita Cristina! Le cepillaba el cabello y la ayudaba a vestirse dejándola impecable. Cristina pensaba… cuando llegue Gerardo y venga a verme lo esperaré de pie y ya no le molestará esta silla. En las noches soñaba que salían a pasear, él la miraba a los ojos y ella sentía una gran emoción. En esa mirada, no solo había cariño, también había amor. Despertaba y se ilusionaba pensando que pronto lo vería y él terminaría sintiendo lo mismo que ella sentía por él. El día del cumpleaños Cristina se levantó feliz. Hizo sus ejercicios como de costumbre. Le dieron los masajes en las piernas. Estas estaban cada día más fuertes. Se sintió bien. Esa tarde vendrían los invitados, casi todos familiares, deseaba verlos, sus padres le habían preparado la fiesta para ella. Lucía la ayudó a arreglarse. Cristina era muy clásica para vestir. Una modista venía a la casa a hacerle sus vestidos y la mamá le compraba los accesorios. Tenían el mismo gusto, colores suaves, pasteles, sobrias y elegantes. Esa tarde llevaba un camisero de lanilla blanco invierno, Su cabello peinado en un moño, dejaba despejada su cara de líneas tan hermosas.

Los primos de Cristina la saludaban muy contentos. Sabían que ella había progresado en su empeño por volver a caminar. Estaban en lo más animado de la fiesta, Cristina se prepara para apagar las velitas de la torta cuando siente una voz a su lado que le dice. ¿Feliz cumpleaños Cristina! Ella reconoce la voz e intenta pararse de la silla de ruedas, pero pierde el equilibrio y cae en los brazos de Gerardo. La mamá y Lucía tratan de ayudarla y los invitados se acercan a ver que pueden hacer. Gerardo la pone de nuevo en la silla y la dice: ¡Querida Cristina! Que alegría verte de nuevo y que sorpresa ver como te paras sola de la silla. ¡Has progresado mucho! Cristina lo mira y le sonríe; que bueno que estés de regreso y te acordaras de la fecha de mi cumpleaños. ¡Como olvidarme Cristina! Si sentí tanto haberme ido sin asistir a la fiesta de tus quince años. Te he traído el regalo que te prometí y se lo entrega a Cristina. Esta lo abre y encuentra un estuche de terciopelo azul y dentro un prendedor de oro. Eran tres violetas con pequeños brillantes en el centro muy bonitas. Todos celebraron mucho el regalo y Cristina le dio las gracias por su atención tan fina y delicada. La mamá de Cristina le dice. ¡Es un prendedor muy hermoso Gerardo! él le contesta: lo elegí con mucho cariño en una joyería de Paris. En realidad los tuve presente en todo mi viaje. Deseaba Cristina que conocieras esos lugares tan bellos, creo que pronto podrás hacerlo.

Ella lo mira y le dice: espero estar recuperada para fin de año y si me va bien en mis estudios, seguiré paisajismo y cuando me reciba haré un viaje para perfeccionarme. Me alegra mucho que lo tengas decidido, le dice Gerardo. Es una linda carrera y te hará muy feliz; vas a ser una gran profesional, porque tienes mucho gusto y constancia para llegar hasta el final. 

Fue una tarde maravillosa para Cristina, el sólo hecho que Gerardo estuviera a su lado la hacía feliz.

Pasaron los meses, Cristina siguió haciendo sus ejercicios y le daban los masajes en sus piernas; cada día caminaba con más seguridad. Gerardo la llamaba casi todos los días y algunas tardes la iba a ver o salían a pasear. Esas horas que pasaban juntos eran de gran alegría para Cristina. Su corazón latía cada vez que lo veía y sentía una emoción muy dulce. Era maravilloso estar con Gerardo, la cuidaba, se sentía protegida con él a su lado y la entendía tan bien. Adivinaba lo que ella quería y trataba de complacerla en todo.

Los padres de Cristina estaban muy contentos. Ella se veía radiante. Sus ojos tenían un brillo especial y todo su ser reflejaba la alegría que sentía. Estaba enamorada.

La noche de Navidad, Cristina estaba muy inquieta, su corazón aleteaba en su pecho, como si quisiera escapar. Se había arreglado cuidadosamente. Su vestido de seda color verde agua y el prendedor que le regaló Gerardo para su cumpleaños lucía muy hermoso cerca del escote del vestido. El cabello suelto la hacía verse más niña.

Ella presentía como si esa noche iba a pasar algo especial. Le pidió a Lucía que la dejara sentada en un sillón cerca del árbol de Navidad y la silla de ruedas la llevara muy lejos, quería intentar saludar a Gerardo de pie. Cuando estaban todos reunidos llegó Gerardo. Vestía impecable traje claro de tela liviana, se veía muy buen mozo. Al llegar al lado de Cristina, ella se para con mucho cuidado y dando unos pasos lo saluda. Gerardo muy emocionado, toma su mano y le dice: ¡Que alegría Cristina, estás preciosa!, ella le sonríe y le contesta he vuelto a caminar, me siento muy feliz. Todos se acercan a felicitarla y luego se reparten los regalos. Gerardo entrega a Cristina un lindo paquete, con hermosos moños de cintas, ella lo abre y se encuentra con un pequeño cofre, que al levantar la tapa se llena el salón de un agradable aroma a rosas, el pequeño cofre está lleno de pétalos de rosas y en el centro un anillo de compromiso. Gerardo se acerca a Cristina y le dice: ¡Deseo que seas mi esposa! Ella lo mira y sus ojos se encontraron con gran emoción, había amor en sus miradas. Cristina le contesta “He esperado con mucha ilusión este momento, desde el primer día que nos conocimos, me enamoré de ti y sentía en mi corazón que tú me querías, Ahora puedo decirte que sí quiero ser tu esposa. Gerardo toma sus manos y le habla suavemente,…Cristina supiste antes que yo lo que sentía por ti…, mi mente no quería aceptarlo porque soy mucho mayor, al estar fuera de viaje no hice otra cosa que pensar en ti, deseaba verte pero no quería ilusionarte. Eres todavía una niña y yo deseo cuidarte y tenerte a mi lado ¡Te quiero Cristina!

Cristina con sus hermosos ojos verdes azulados, lo mira y le dice: Tenemos que darle la noticia a mis padres. Se acercan a ellos y Cristina llena de felicidad, les comunica que Gerardo le ha pedido que sea su esposa. 

Los padres los felicitan y también los demás invitados. El corazón de Cristina no la había engañado; Fue una noche maravillosa. Se comprometieron y quedaron de casarse dentro de un año. 

Cristina entró a estudiar paisajismo, para ella fue todo nuevo. El compartir con otros jóvenes de su edad era muy agradable y entretenido. Todos la querían, sabían que hacía poco tiempo que había vuelto a caminar, ella era muy buena compañera y las clases le encantaban.La profesora les decía: Las plantas son seres vivos que nacen, se enferman y mueren: Hay que cuidarlas, alimentarlas y tratarlas con cariño. Cristina fue descubriendo tantas cosas era un mundo que no conocía. La vida junto a otras personas, todo era distinto y le daba una gran alegría poder compartir todo esto, en las clases les enseñaban como ubicar las plantas, árboles y arbustos, debían tener en cuenta si eran plantas que crecían a pleno sol, a la sombra o ponerlas en una semi sombra, También tenían que considerar el tamaño de un árbol, saber su diámetro para que así, al plantarlas no se tocaran al crecer unos con otros. Poner atención en el colorido en las plantas de temporadas y los arbustos y árboles tratar de combinarlos, los de hojas perennes con los de hojas caducas, para tener siempre árboles con hojas. Pensar en el colorido del otoño, en ese amarillo anaranjado que pasa por el café para llegar al rojo.

Cristina fue aprendiendo muy rápido y cada día se sentía más segura para caminar, a pesar de haber estado tanto tiempo recluida en una silla de ruedas no perdió su deseo de vivir. El día de la boda Gerardo le dice:

Cristina, eres muy sensible y deseo que nunca dejes de ser como eres. ¡No cambiaré Gerardo! seguiré siempre igual para ti, porque tú eres el amor de vida.

Elfridia 
01-Julio-1991 

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