miércoles, agosto 11, 2010

La Princesa Y El Paje

Una linda princesita que vivía en un hermoso castillo rodeado de jardines y bosques, jugaba todos los días con uno de sus pajes; era muy caprichosa y el pajecillo le daba gusto en todo; él siempre estaba dispuesto a hacer lo que ella quería.

El paje la quería mucho, pero ella no se daba cuenta del cariño que él le tenía.  Una mañana que el rey se iba de caza, se enfermó uno de los pajes y se llevó al pajecito.  

La princesa estuvo todo el día triste, no sabía que hacer, nada ni nadie la entretenia, echaba mucho de menos al paje.

Se sentó sola en el jardín y un grillo le dijo:  ¡que tienes princesa, porqué estás triste y sola! ella le respondió:  nunca antes me había dado cuenta de la falta que me hace el pajecillo.  Mi padre se lo llevó y yo lo echo mucho de menos.  El grillo le dijo:  cuando tenemos la presencia y el cariño de alguien junto a nosotros no nos damos cuenta, pero cuando se aleja o lo perdemos, sentimos su ausencia; ahora debes valorar todas sus bondades y cuando él regrese ser menos caprichosa y tratarlo con el cariño que él se merece.

Después de varias semanas volvió el rey y el pajecillo no venía; la princesa le preguntó a su padre por él.  El rey le acarició el cabello y le dijo que el pajecito había tenido un accidente en la cacería; lo había dejado en un reino vecino, y cuando estuviera bien volvería.

La princesa tenía mucha pena, había perdido a su compañero y amigo; nadie lograba darle el cariño y cuidados que el pajecillo le brindaba todos los días.  El rey y la reina notaron la tristeza de la princesita, ya no estaba tan caprichosa, pero nada la complacía; pensaron que un terrible mal había atacado a la princesa.

Después de algunos años, llegó un día al castillo un apuesto caballero; mientras esperaba a ser recibido por el rey vio en uno de los salones vecinos a la hermosa princesa que paseaba con sus damas de compañía.  Se encaminó hacia ella... ella al verlo reconoció al pajecillo y sus ojos brillaron de alegría; él se arrodilló y besó su mano y al cruzar nuevamente sus miradas, le dijo:

Querida princesa, veo en tus ojos que no me has olvidado, yo he esperado largos años este momento, me siento muy feliz de volver a verla.

La princesa le sonrió y le habló dulcemente.  Te he echado mucho de menos, aprendí a quererte, cuando estuviste lejos; no me di cuenta la falta que me hacías, siempre estabas junto a mí para cuidarme y complacerme en todo lo que quería; cuando te fuiste valoré todo tu cariño y compañía, ahora te lo agradezco y se que debo corresponder a  la atención y cariño de los que me rodean en el momento y no esperar que sea demasiado tarde para hacerlo.

El rey se acercó en ese momento a ver quien era el joven que estaba con la princesa.  Al verlo reconoció al paje que lo saludó y le contó que después de haber sanado de sus heridas lo habían dejado en el castillo y por su lealtad y valentía acababan de ordenarlo caballero.

El rey se puso muy contento y esa noche dio un gran baile; donde bailaron toda la noche, la hermosa princesa y el paje que se había convertido en caballero del rey.

El rey y la reina se veían muy felices, la princesa había recuperado su alegría.

                                                                                                                                                                        Elfridia.
30-Julio-1990

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