En un castillo muy lejano donde era muy difícil llegar, vivía una hermosa princesa, muy frágil y bella; sólo la acompañaban hombres sabios en letras, artes y ciencias. Estaba atendida por doncellas, pajes y guardias. Sus padres los reyes vivían lejos de ella, la princesa había sido muy delicada y los reyes se vieron obligados a construir un castillo donde el clima favoreciera la salud de la princesa.
Ella estaba feliz en su mundo, siempre sedienta de aprender y saber. Los hombres de ciencia del castillo la educaban y enseñaban. Paseaba casi todos los días por los alrededores, acompañada de doncella y guardias. Le agradaba ver las montañas, el verde de los árboles y los campos, se detenía a mirar el agua de los ríos y las flores silvestres que parecían manchones de colores y recreaban sus ojos.
Un día en uno de sus paseos se encontró con un príncipe que venía acompañado de su séquito, se detuvo junto a ella y le dijo: “ Hermosa princesa, vengo de muy lejos a saludarte, porque he oído hablar de tu belleza y sabiduría. Deseaba conocerte” La princesa agradeció sus palabras y lo invitó a quedarse en el castillo. Fue muy agradable el estar juntos tenían infinidad de temas y eran muy afines en sus gustos.
Esa noche ella tocó y cantó para su invitado. La canción era tan linda que en un momento al príncipe le pareció que la princesa y la música se fundían en una sola melodía. Era como un sueño, tan etérea y suave que le parecía imposible que fuera real. Sentía y deseaba tenerla a su lado para siempre. Al otro día el príncipe habló con los hombres de ciencia y maestros de la princesa, él deseaba casarse con ella. Los hombres sabios le aconsejaron irse y olvidarla; La salud de la princesa no resistiría un matrimonio. Ellos pensaban que lo mejor era que el príncipe se fuera ante que la princesa se enamorara de él. El príncipe no escuchó los consejos. Salía a pasear con la princesa, caminaban por los prados verdes, hablaban de tantas cosas y aún en los momentos que callaban, se encontraban sus miradas y el príncipe se sumergía en la profundidad de sus ojos azules, tan limpios, tan claros, tan transparente, que casi se podía adivinar sus pensamientos.
Se detuvieron junto a un tronco donde había infinidad de pequeñas flores silvestres, ella rozó una con su mano blanca y fina, y él se arrodilló a cortarla, pero la princesa lo detuvo y le dijo: ¡no lo hagas agradezco tu gentileza, pero no por el agrado de un momento, acortemos su vida y su belleza. El príncipe no la cortó y le dijo: eres tan sabia como bella princesa.
Los reyes fueron avisados de lo que estaba pasando, la tranquilidad de la princesa había sido alterada totalmente con la llegada del príncipe. La princesa estaba feliz; sus ojos brillaban cuando estaba con el príncipe, y si éste se acercaba, ella temblaba como una hoja mecida por el viento. El príncipe ya sabía que sus sentimientos eran correspondidos.
Cuando fue llamado al castillo de los reyes, partió decidido a pedir la mano de la princesa.
Al irse el príncipe ella sintió que su corazón se iba con él y que su alma se llenaba de tristeza. Pasaron los días y la princesa se fue apagando poco a poco, nadie pudo hacer nada y la princesa se fue para siempre.
Al saber esto el príncipe volvió al castillo y al entrar a los salones donde había estado con ella, sintió su presencia, lo envolvió su aroma le parecía verla tan frágil y bella.
Un guardia le entregó una carta, él la tomó y la guardó. Salió del castillo y caminó hasta llegar al tronco donde habían estado, sacó la carta y la leyó. A medida que la leía la sintió a su lado “Al irte sentí tu ausencia, te tenía en mi mente y en mi corazón, pero deseaba verte y escuchar tu voz. Tantos momentos hermosos que pasamos juntos, los tengo dentro de mí, pero me haces falta, tu presencia que me daba valor, tu mirada que me hacía feliz. Presiento que no estaré a tu regreso y quiero que sepas que fuiste para mi lo más hermoso de mi vida.” El príncipe dobló la carta la guardó, miró el azul del cielo como los ojos de la princesa y murmuro en un susurro……..” y para mí también querida princesa.
Elfridia
17- Agosto -1990
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