Miguel era un niño introvertido que soñaba con un mundo maravilloso
lleno de vida y color se veía en lugares que nunca había estado, pero su
imaginación volaba y creaba en su mente con pequeños recuerdos lo que había
vivido y lo que deseaba que fuera realidad.
No sabía expresar lo que pensaba,
lo sentía, pero en su interior bullía este deseo de dar a conocer de alguna
forma, de expresarlo en arte, creando música pintando todo eso que pasaba por
su mente. Un día en el verano sentado en el pasto frente a un lago miraba
absorto el correr del agua movida por el viento, el verde del pasto, el azul
del cielo y el color del agua que ya se reflejaban en él los últimos rayos del
sol que anunciaba que la luz desaparecería en breves momentos y todo cambiaría
de color. En su mente ya tenía grabado los colores del agua, del cielo, el
pasto y todo lo que estaba a su alrededor, pero no solo eso también el
movimiento del agua empujada por el viento, el cielo cambiando de un celeste
claro hasta llegar a un azul y llegar la noche iluminada por las estrellas y la
luna en todo su esplendor. Miguel se
levantó y caminó ya era de noche y al llegar a su casa tomó un cuaderno y entre líneas
traspasó todo lo que había visto, lo que había quedado en su mente.
Esa noche soñó y ya no era solo líneas tenían colores y formas y así al
otro día hizo un dibujo en que estaban todo lo que había visto y así la armonía
de su creación lo hizo muy feliz había logrado expresar lo que sentía, fantasía
realidad. Un mundo maravilloso que era solo de él, pero que podía compartirlo
con los demás.
Elfridia
02-Octubre-2013
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