domingo, febrero 05, 2012

La Princesa Melodía Y Su Alteza


Un grupo de niñas de un Instituto de Música recorren varias ciudades de Europa con una profesora; al llegar a Venecia quedan maravilladas de la ciudad. La Plaza San Marcos con el Duomo, El Palacio del Duce, las góndolas Venecianas, sus canales, los puentes para cruzar de un lado a otro cubiertos de madera. Una ciudad antiquísima que conserva el encanto, la arquitectura, tradición y cultura de años y años.

Es primavera el aire es tibio, el ambiente agradable, la plaza está llena de gente, Los niños corren detrás de las palomas que los dejan acercarse y cuando van a tomarlas se alejan a pequeños saltos. Las niñas miran el Duomo, quedan impresionadas de su belleza. La plaza San Marcos amplia, las arcadas, las mesitas fuera de las confiterías, atendidas por numerosos mozos, músicos tocando hermosas melodías antiguas y románticas, infinidad de tiendas con lindos recuerdos de Venecia.

El grupo se acerca a una tienda a comprar regalos, una de ellas, Claudia se queda junto a una silla, se sienta totalmente absorbida por el encanto de la plaza. Siente una voz, un sonido, mira y ve a un joven alto muy apuesto de tez blanca, pero tostado por el sol, sus ojos color miel su cabello castaño claro, casi rubio. Le dice: ¿Puedo ocupar esta silla? Ella responde: Sí. El se sienta y le pregunta: ¿Estás sola? Claudia responde con un grupo. El joven vuelve a preguntar: ¿Cómo te llamas? Ella lo mira, sus ojos brillan y sonriente le dice: Soy la Princesa Melodía; El se levanta de la silla, hace una gran reverencia y le dice: ¡¡Encantado de conocerla Princesa!! Ella le contesta: ¡¡Gracias Su Alteza!! El la mira fijamente, un brillo extraño pasa por sus ojos. Pregunta nuevamente: ¿dónde vives? Claudia, sigue la broma y le dice: En el Palacio de la Música. El joven se ríe, yo vivo aquí en Venecia. ¿Qué hace preguntó Claudia: El le contó que estudiaba arte, le gustaba mucho la pintura, tenía su estudio cerca y si ella quería acompañarlo, se lo enseñaría. Me gustaría pintarte,  tienes en tu rostro algo especial….como una luz que lo ilumina. Pienso que es tu forma de ser, tu personalidad, creo que podría traspasarlo a mi tela.

Claudia se asustó, se sentía atraída por el joven, pero le dijo que no podía acompañarlo, que no debía separarse del grupo. El insistió: ¡si podemos ir todos!.... No temas, sólo quiero pintarte.

Se acercaron a la profesora y a las niñas, todas quedaron encantadas con el joven. Fueron a una casa antigua muy grande, pero al entrar parecía un palacio. Adornos, muebles muy finos y hermosos, pinturas de gran valor y belleza. Subieron hasta llegar a una habitación donde había varias telas ya pintadas, Góndolas Venecianas, lanchas que iban por los canales, pequeños puentes de madera, todos en colores tan vivos que parecían reales.

Renzo puso una tela en el caballete, le pidió a Claudia que se quedara quieta: Le dijo a la profesora y a las niñas que podían recorrer todo el palacio. Claudia se quedó cerca de una ventana que le daba la luz en sus cabellos. El la miraba y traspasaba a la tela las hermosas facciones de ella y le daba esa luminosidad que había captado desde el momento que la vio. Volvieron la profesora y las alumnas, Renzo dejó los pinceles, Claudia volvió a la realidad, porque al estar sin movimiento su mente se había alejado soñando. Se despidieron de Renzo. El preguntó si podía verla al otro día, pero la profesora contestó por Claudia diciéndole que se irían a Roma a primera hora de la mañana.

Claudia no volvió a ver a Renzo, estaba tan comprometida con su música; Quería ser concertista, sólo le faltaban tres años y deseaba dedicarse por entero a su piano, conseguir una beca y quedarse en Europa. Pasaron los años, Claudia terminó sus estudios, consiguió una beca en Alemania, empezó a dar recitales, tenía una forma muy personal de tocar. Le encantaba Frederic Chopin; sus valses, sus nocturnos y polonesas. Era increíble, siendo tan dulce y suave le daba una gran fuerza a las polonesas, realmente las sentía, tuvo mucho éxito y empezó a viajar. Después de un recital en París, se encontró con Renzo, le dio una gran alegría verlo. Había pensado mucho en él. La música la tenía totalmente ocupada, tenía que practicar, estudiar la mayor parte del tiempo, acostarse temprano, levantarse temprano para estar en condiciones de tocar. Su mente era ágil, sus dedos volaban por el teclado del piano y el resultado era maravilloso, Renzo la saludó: ¡¡Es un agrado para mí verla de nuevo Princesa!! Ella sonrió, Hizo una pequeña reverencia y le dijo: Gracias su Alteza para mí ha sido una grata sorpresa. El la invitó a cenar y a bailar. Ella no se atrevía a aceptar, pero Renzo la tomó del brazo y le dijo: Vamos Claudia voy a llevarte a un lugar muy lindo. Ella avisó a su chaperona que no le agradó que saliera, pero no se opuso porque era la primera vez que Claudia tenía una cita.

Fue una noche maravillosa, comieron en un restaurante de lujo y después de hablar  de muchas cosas, bailaron música suave y romántica. Renzo sentía una gran atracción por ella, era dulce, suave, sensible, trasmitía a su alrededor esa luz que irradiaba su personalidad. Claudia sentía encontrados sentimientos, su deseo de dejarse llevar por Renzo y su responsabilidad por su carrera, por la música.

Renzo la llevó temprano al hotel donde Claudia estaba hospedada y quedó de venir a buscarla al otro día para llevarla a ver su exposición de pinturas. Al llegar a la Galería de Arte Claudia se sintió muy impresionada. Las pinturas de Renzo eran bellísimas, pero la que más atrajo su atención fue su rostro tan real él la había captado tal cual era; Según todos los críticos de arte ese cuadro era la mejor obra de Renzo.

Siguieron viéndose, salían juntos. París una ciudad tan hermosa, llena de encanto, paseaban por los Campos Elíseos, por Montmatre, La rue de Saint Germaine, La Place Vendome, Las Tullerías, La Tour Eiffel, por la orilla del Sena…Se sentían felices de estar juntos. La chaperona estaba muy preocupada; Claudia no practicaba, no estudiaba lo suficiente, podía tener un tropiezo en cualquier momento, pero durante los recitales Claudia estaba tan feliz que trasmitía a la música sus sentimientos. “Estaba enamorada”…Esto no podía continuar así. La chaperona habló con Renzo y éste le propuso matrimonio a Claudia. Ella sintió temor tenía que elegir entre su amor y la música…Era más fuerte lo que sentía  por Renzo.  El le dijo que se casarían en Venecia, porque era descendiente de la nobleza Veneciana y desde ahora en adelante, sólo tocaría el piano para él y sus invitados si ella así lo deseaba. Una sonrisa  jugueteó en los labios de Claudia y le dice: ¡¡Siempre supe que tenía sangre azul!!  "Su Alteza".

                                                                                               Elfridia
                                                                       Talca-20-Agosto-1990

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