Dos hermanos, uno de cinco años y el otro de nueve; el más pequeño, Cristóbal, le dice a Roberto su hermano mayor ¡... quiero jugar...! Roberto muy molesto, le contesta. Tengo que hacer mis tareas y después voy a jugar con mis amigos, no puedo perder el tiempo contigo.
Cristóbal se pone a llorar, la mamá se acerca a ver que pasa, Cristóbal llora y dice: él no me quiere, no tiene tiempo para mí. La mamá le explica que Roberto tiene que hacer las tareas y luego jugar con sus amigos que son de la misma edad.
Cristóbal, juega con tus juguetes o invitas a un amiguito tuyo le dice la mamá, pero Cristóbal quiere ser como su hermano y siente que éste lo hace a un lado.
Pasó el tiempo y todo siguió igual. Roberto nunca tuvo tiempo para su hermano menor; se fue a estudiar a la Universidad y Cristóbal siguió estudiando en la casa con sus padres.
Un día avisaron que Roberto estaba enfermo, necesitaba reposo y lo trajeron a la casa. Cristóbal lo acompañó y entretuvo todo el tiempo. Roberto sintió pena y alegría... pena porque él nunca había dado nada de su tiempo a su hermano y ya era tarde para volver atrás y darle un poquito de su tiempo a Cristóbal que se lo había pedido tantas veces; pero ahora sentía alegría porque podría retribuir en parte todo lo que Cristóbal le había dado en esos días. Se mejoró Roberto; al volver a la Universidad y despedirse de Cristóbal le dijo: te agradezco tu compañía y el tiempo que me has dado. Cristóbal lo abraza y le dice: sabía que era lo más valioso para ti, por eso no he dudado en brindártelo.
Elfridia.
30-Agosto-1990
Precioso. Como la vida misma.
ResponderEliminarGracias por su comentario, la vida nos enseña,podemos equivocarnos, pero así vamos aprendiendo a vivir.
ResponderEliminar