Marcela vivía en el campo, la casa era de grandes espacios, agradable y acogedora, invitaba a vivir en ella. El estar tenía una gran chimenea, vigas a la vista de raulí. Los muebles antiguos de encina y caoba; en colores claros los sillones y el sofá; adornos de plata, cerámica y lindos jarrones con flores.
Se sentía en toda la casa un olor mezcla de madera y lavanda que la mamá de Marcela cortaba del jardín y ponía ramitos en los cajones de la cómoda y roperos. El jardín era muy hermoso, despejado cerca de la casa, con plantas y arbustos para adentrarse poco a poco en un parque de árboles añosos, flores silvestres, helechos y musgos.
Jorge vivía en la ciudad, era un alto ejecutivo y venía a verla casi todos los días; estaban enamorados. Ese día llegó temprano en la mañana; discutieron y se fue disgustado. Los habían invitado a un paseo. Y él vino a decirle que tenía un compromiso ineludible que no podría acompañarla.
Marcela salió de la casa, tomó su caballo, lo montó y salió al galope. El caballo la conocía sabía que cuando estaba tensa, nerviosa, corría. Era una carrera desenfrenada, los pensamientos se atropellaban En su mente….¿porque había pasado esto?.....Si él la quería, ella no era lo más importante en su vida. Siempre había algo que no se podía postergar, dejándola a un lado. Marcela iría al paseo, sus amigos la acompañarían, pero no era lo mismo, le gustaba estar con él, lo quería y era lo más importante en su vida
Corría velozmente, el viento golpeaba su cara, desordenaba sus cabellos, unas gotas de agua empezaron a caer, se había nublado, estaba oscuro, la lluvia la mojaba. Buscó un refugio, no lo encontró. Volvió a galopar de regreso…. más lento, porque temía que el caballo resbalara, se había alejado mucho sin darse cuenta, estaba empapada. El agua poco a poco dejó de caer, el viento se llevó las nubes, sintió el olor a tierra mojada. Miró los árboles con sus hojas lavadas por la lluvia, los rayos de sol trataban de infiltrarse entre las nubes. Divisó a lo lejos su casa, el viento se convirtió en una brisa suave, había pasado la tormenta, se aquietó su alma.
Al llegar a la casa, la esperaban, él había vuelto; Estaba preocupado por su salida. La abrazo y le dijo que la quería. Así…. Como había pasado la tormenta, para ella también volvió a alumbrar el sol ese día.
Elfridia.
17-Septiembre-1990.
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