Lo conocí a los 14 años y desde ese momento siempre fue igual para mí, el padre de mi primer amor, me merecía ese respeto y cariño. Su forma de ser tan especial, sencilla y franca que muchas veces costaba saber si nos estaba haciendo una broma o hablaba en serio.
Su alegría de vivir, de disfrutar con la vida diaria y con todo lo que estaba a su alrededor. Se maravillaba con la belleza en todas su formas, naturales o creadas por la mano del hombre.
Le era muy fácil llegar a las personas, porque se acercaba a ellas con su corazón abierto y podía darles cariño o recibir el afecto que le brindaban; a veces olvidaba sus nombres, pero su mirada cálida y su sonrisa les hacía sentirse bien recibido, atento a ayudar al que lo necesitaba y darle su apoyo.
Muchas veces le oí decir: ¡Nadie sabe dónde está la felicidad!
Y yo pensaba, la felicidad está aquí, ahora, porque creo que todo ser siente alegría cuando se le tiende una mano y palabras de consuelo, con ese calor humano que nace en el corazón y él realmente lo sentía y lo demostraba en todo.
Se acercaba a quienes no conocía como si hubiesen sido siempre amigos.
No era de muchas palabras, sólo las necesarias, pero todo en él decía mucho más, sus ojos de expresión clara y vivaz, su risa alegre como la de un niño que ha hecho una travesura y todavía no lo pillan.
Su clara visión de las cosas, miradas con naturalidad, porque siempre estaba atento a todo lo que le enseñaba la vida.
El recuerdo más hermoso que yo tengo de él, es el de una tarde que sentados en sendos silloncitos, mirábamos por la ventana de su dormitorio hacia la plaza donde jugaban unos niños que andaban en autos a pedales y las palomas revoloteaban al lado de un hombre que vendía remolinos de colores. Estábamos solos en la habitación, hablamos y nos reímos de cosas sin importancia.
Los años han pasado, ya no tengo 14 años, pero es como el primer día que nos conocimos. Yo siento el mismo cariño y respeto por el padre de mi esposo y él siente por mí el cariño que se siente por la esposa de un hijo.
A veces estando tan cerca, no se dicen muchas cosas, pero el tiempo va formando un sólido lazo de amor que se hace día a día con penas y alegrías; con todo lo que encierra una vida que ya ha generado otras vidas. No solo tenía a su hijo, también tenía un nieto y dos bisnietas, pero creo que sólo en ese momento me di cuenta de lo bien que nos habíamos entendido toda una vida, sólo hablamos y nos reímos…….
Elfridia.
05-Mayo-1992
Líndisimos recuerdos, gracias por compartirlos.
ResponderEliminarCariños.
Gracias Anónimo.
ResponderEliminarEs muy grato para mí el saber que recuerdos de una vida son tan bien recibidos.
Cariños.
Elfridia