Había una vez en un bosque una linda ninfa su cabello era del color del sol, su piel blanca como la nieve, los ojos azules, la boca roja y las mejillas rosadas. Al pasar un gigante por el bosque vio a la ninfa y quiso llevársela, pero ésta le rogó que no lo hiciera, porque si ella salía del bosque moriría.
El malvado gigante no le hizo caso y la tomó con una mano y empezó a caminar a grandes pasos, pero ella se puso a llorar y cada lágrima que caía en la tierra regaba una planta que se habría en una hermosa flor dorada como sus cabellos, blanca como su piel, azul como sus ojos, roja como sus labios, rosada como sus mejillas y a medida que caían las lágrimas las flores iban creciendo por todo el bosque y el gigante no podía dar ni un paso.
Enojado empezó a pisarlas y arrancarlas con una sola mano para no soltar a la ninfa, pero mientras más las arrancaba más salían por todos lados del bosque, porque las lágrimas de la ninfa al regarlas les daba vida.
El gigante se enfureció y soltó a la ninfa para arrancarlas con las dos manos a las hermosas flores que le impedían salir del bosque.
La ninfa desapareció a los ojos del gigante, las flores la cubrieron escondiéndola de él y éste con lo enojado que estaba lo único que quería era salir fuera de esa cantidad de flores que le impedían el paso y se olvidó de la ninfa que con sus lágrimas había llenado de color el bosque.
La ninfa agradeció a las flores su ayuda porque ella creyó morir en manos del gigante.
Y así felices compartieron su alegría.
Elfridia
28-Enero-1995
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