Una niñita que admiraba mucho a su papá y deseaba ser
como él, pero las cosas no le resultaban como ella quería. Todos los años al inicio del colegio se hacía el firme
propósito de tener los cuadernos ordenados y en limpio, pero no pasaba un mes y
se atrasaba en pasar del cuaderno en borrador al cuaderno en limpio y terminaba
haciendo todo apurado con su letra patas de gallo.
Ella pensaba…. ¿porqué no puedo tener los cuadernos
tan ordenados como mi papá?....sus libros están impecables….y ese libro blanco
de tapas brillantes, tan grande que tenía un atril en el suelo para leerlo. Le
encantaba esa letra tan bonita. El papá le decía: es letra gótica, la aprendí
en el colegio. Aquí está la historia de toda nuestra familia, es el árbol
genealógico, con todas las ramas de padres, hijos, nietos, biznietos,
tataranietos, y la historia de cada uno de ellos. El se había dado el trabajo
de hacerlo.
La mamá era una persona que vivía su vida, no le daba
mayor importancia al orden de las cosas; sabía donde encontrarlas. Un libro
podía estar en una mesa de arrimo hasta que terminara de leerlo sin volver al
estante de los libros; Su costurero podía estar en el dormitorio, en el
comedor, en la cocina o donde ella lo hubiese estado ocupando sin volver al
closet donde lo guardaba hasta después de un tiempo.
El papá jamás dijo nada, su mente era ordenada, pero
nunca le pidió a la mamá que lo fuera. La aceptaba tal cual era.
Gabriela se daba cuenta que tenía mucho de su mamá,
que trataba de ser como el papá, pero no le resultaba. Fue creciendo con esta
lucha en su interior, de ser ordenada y hacer las cosas bien, más sus buenos
propósitos no llegaban a realizarse. Si arreglaba un cajón de la cómoda su
orden no le duraba una semana; al sacar una blusa apurada, desordenaba todas
las demás, la nana las ordenaba; Era tan difícil tener todo en orden.
El tiempo fue pasando, Gabriela se casó y como siempre
sus propósitos fueron tener su casa ordenada, impecable, pero esto tampoco fue
posible. Llegaron los hijos y apenas tenía tiempo para mantener las cosas en su
lugar. Y así los hijos crecieron y llegaron los nietos. A Gabriela le fue dando
tiempo para mantener todo en orden, pero su marido cada vez le exigía más, y un día le dijo: ¡Gabriela…. No eres
perfecta!.... Ella sintió como si su mundo interior se desmoronase. Nunca había
tratado de ser perfecta, sólo quería tener las cosas ordenadas y mantenerlas
así. Su papá le había dicho para todo hay un orden en la vida y no podemos
tratar de torcer el orden natural de las cosas. ¿Gabriela, acaso no es más
fácil encontrar algo si lo guardas siempre en el mismo lugar?
Gabriela se sintió abatida y dejó de preocuparse por
que todo estuviera impecable.
Un día, un nieto el más pequeño de nueve años le dice ¡abuela….! ¿Qué tienes? estás distinta es
como si hubieses perdido el deseo de hacer las cosas, la casa ya no está como
si no viviese nadie en ella, esta todo limpio pero los cojines de los sillones
sin inflar, las revistas encima de la mesa, los lentes en cualquier mueble,
¡que ha pasado abuela? La casa me gusta más como está ahora, pero quiero verte
activa recogiendo, cosas ordenando, así me parecías feliz; Gabriela mira a su
nieto y le dice. Robertito me has hecho ver con claridad algo que toda mi vida
busqué sin encontrar.
No hay nada perfecto, pero debemos de tratar de ser lo
mejor posible y buscar un equilibrio en las cosas, que la casa no parezca que
está sin habitar, porque todo está como si nunca se tocara, pero tampoco que
haya un desorden que no se pueda vivir en ella. Creo que mi padre, tu bisabuelo
lo entendía así, porque nunca le pidió a tu bisabuela que tuviera todo
ordenado, ella tenía su propio orden.
Robertito se abraza a su abuela y le dice: ¡….deseo
verte contenta….! La casa me gusta como tú la tienes, porque yo te quiero a ti
10- Abril-1992
Elfridia
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