Una linda princesita que vivía en un
hermoso castillo rodeado de jardines y bosques, jugaba todos los días con uno
de sus pajes; Era muy caprichosa y el pajecito le daba gusto en todo; Si quería
bailar, jugar a la pelota, él siempre estaba dispuesto a hacer lo que ella
quería.
El pajecito la quería mucho, pero ella no se daba cuenta del cariño que
él le tenía. Una mañana que el rey se
iba de caza, se enfermo uno de los pajes y se llevó al pajecito de la
princesita. La princesa estuvo todo el
día triste, no sabía que hacer, nada ni nadie la entretenían, echaba mucho de
menos al paje. Se sentó
sola en el jardín y un grillo le dijo: ¡que tienes princesa porqué estás
triste y sola! Ella le respondió: nunca antes me había dado cuenta de la falta
que me hace el pajecillo. Mi padre se lo llevó y yo lo echo mucho de menos. El
grillo le dijo: cuando tenemos la presencia y el cariño de alguien junto a
nosotros no nos damos cuenta, pero cuando se aleja o lo perdemos, sentimos su
ausencia; ahora debes valorar todas sus bondades y cuando él regrese ser menos
caprichosa y tratarlo con el cariño que él se merece. Después de varias semanas
volvió el rey y el pajecillo no venía; la princesa le preguntó a su padre por
él. El rey le acarició el cabello y le dijo que el pajecito había tenido un
accidente en la cacería; lo había dejado en un reino vecino, y cuando estuviera
bien volvería. La princesa tenía mucha pena, había perdido a su compañero y
amigo; nadie lograba darle el cariño y cuidados que el pajecillo le brindaba
todos los días. El rey y la reina notaron la tristeza de la princesita, ya no
estaba tan caprichosa, pero nada la complacía; pensaron que un terrible mal
había atacado a la princesa. Después de algunos años, llegó un día al castillo
un apuesto caballero; mientras esperaba a ser recibido por el rey vio en uno de
los salones vecinos a la hermosa princesa que paseaba con sus damas de
compañía. Se encaminó hacía ella…. Ella al
verlo reconoció al pajecillo y sus ojos brillaron de alegría; él se arrodilló y
beso su mano y al cruzar nuevamente sus
miradas, le dijo: Querida princesa veo en tus ojos que no me has olvidado, Yo
he esperado largos años este momento, me siento muy feliz de volver a verla. La
princesa le sonrió y le habló dulcemente. Te he echado mucho de menos, aprendí
a quererte, cuando estuviste lejos; no me di cuenta la falta que me hacías,
siempre estabas junto a mi para cuidarme y complacerme en todo lo que quería;
cuando te fuiste valoré todo tu cariño y compañía, ahora te lo agradezco y se que
debo corresponder a la atención y cariño de los que me rodean en el momento y
no esperar que sea demasiado tarde para hacerlo. El rey se acercó en ese
momento a ver quien era el joven que estaba con la princesa. Al verlo reconoció
al paje que lo saludo y le contó que después de haber sanado de sus heridas lo
habían dejado en el castillo y por su lealtad y valentía acababan de ordenarlo
caballero. El rey se puso muy contento y esa noche dio un gran baile, donde
bailaron toda la noche, la hermosa princesa y el paje que se había convertido
en caballero del rey El rey y la reina
se veían muy felices, la princesa había recuperado su alegría.
Elfridia
30*Julio*1990
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