Mercedes,
una niñita inteligente e inquieta se quedaba con su nana cuando sus padres
salían; Una tarde que las dos estaban
solas, la nana la llamó Mercedita, Mercedita, pero ella no respondió. La nana
la buscó por todas partes, fue al dormitorio de Mercedita al dormitorio de lo papás, de repente salió de debajo de la
cama un lagarto verde que se dirigió a los pies de la nana. Esta gritó muerta
de susto; la niña asomó su cabeza, estaba bajo la cama y se puso a reír a
carcajadas, pero nana si es un lagarto a
cuerda, es un juguete, la nana estaba aterrada, le dijo a Mercedes, eso no se
hace me podía haber muerto del susto, como hace una cosa así yo la voy a acusar
a su mamá. Mercedes trató de convencerla que solo era un juguete.
Otra noche que los papás
Otra noche que los papás
habían
ido al cine la nana la acostó y Mercedes le pidió que le leyera un cuento, la
nana trajo varios y Mercedes eligió uno “El príncipe y el dragón” la nana empezó a leer, pero leía tan mal que
Mercedes no entendía nada, pero nana, porque no lees bien. La nana empezaba a leer de nuevo, pero
silabeaba. Ha, bi, a, una, vez, en un, rei no
¡pero nana no, vas a terminar nunca y no entiendo nada! pero la nana seguía
igual y para colmo de repente se quedaba dormida; Mercedes se levantaba y la remecía
ella se despertaba asustada… pero
Mercedita que hace no ve que le estoy leyendo…no, le decía Mercedes, no estas leyendo, te quedaste
dormida. La nana le dice: es que me levanto tan temprano a hacer el desayuno,
porque no se duerme y mañana le leo el
cuento. Leía tan mal que Mercedes terminaba por dormirse.
Llegó el primer día de clases para Mercedes; La levantó la mamá y la
llevó al colegio .Era un colegio de
religiosa. A Mercedes no le
gustaron sus vestidos, eran largos y negros, tenían una toca y pechera blanca
almidonadas tan tiesas como ellas; Mercedes las miraba atemorizada, era un
mundo desconocido y se encontraba sola; Fue una mañana muy larga, no terminaba
nunca. La religiosa hablaba y hablaba, Había unas figuritas en la pizarra, pero
Mercedes no entendía nada. La religiosa le preguntó algo y ella sólo veía
bailar las figuras de la pizarra y dijo: son las gordas y las flacas. La
religiosa la miró y la corrigió, son las llenas y las débiles, son las vocales
y son cinco y empezó a nombrarlas. A mercedes no le gustaba nada todo esto. Lo
único que quería era estar en
su casa
con su mamá y sus juguetes, pero la religiosa seguía hablando, y las vocales
con las consonantes forman las palabras;
Lindas palabras como mamá, papá y sus nombres; A Mercedes
le pareció terrible, no solo eran las figuras de la pizarra, Había muchas más,
por suerte no las iban a pasar todas el mismo día. Los papás le
preguntaron si le había gustado el colegio;
Mercedes no contestó nada, sólo los miró le preguntaron como lo había pasado tampoco
dijo nada la mamá le preguntó como se llamaba la religiosa que le hacía clases.
Mercedes trató de recordar el sonido que había oído y dijo Sor Vela… Los papás se rieron y la mamá le dijo, tu
profesora se llama Sor Adela. Mercedes pensó que esto iba a ser muy complicado.
Un día que la nana la fue a dejar al
colegio la llevaba de la mano, ella se soltó y
corrió como una cuadra. Se metió en la puerta de una casa y se quedó quieta
detrás de la puerta; La nana corría y gritaba ¡Mercedita, no la vaya atropellar
un auto…! Hasta
que llegó donde ella, la sacó de atrás de la puerta, le tomó la mano; no podía
hablar porque con la carrera apenas le salía el aliento, cuando se da cuenta
que Mercedes tiene un solo zapato;
¡Mercedita! ¿ dónde dejó el zapato?
Que voy a hacer ahora, su mamá se va a enojar… como perdió el zapato… va a llegar tarde al colegio…Yo la voy a acusar!.. Mercedes
sacó el zapato de su bolsón y se lo pasó a la nana, para que se lo pusiera.
Esta se lo puso y no dijo nada la llevó
muy rápido al colegio. Mercedes aprendió a escribir su nombre
y varias palabras
estaba muy contenta, pero duró poco su alegría se le vinieron encima los
números. Estos si que eran sus enemigos no podía recordar sus nombres, se los
imaginaba como soldados que la rodeaban y la amenazaban y tenía que nombrarlos
sin saltarse ninguno
era como marchar decía la religiosa, uno dos,
tres… los
repetía una y otra vez. Después seguía. Cuatro, cinco, seis…esto era muy difícil, ya le
había costado bastante aprender las letras y ahora los números. Pero a medida que pasaban las
clases los aprendió todos. Sabía contar y estaba aprendiendo a leer, pero
cuando creía que ya se había aprendido todo, venía otra cosa más difícil. La
religiosa dijo: ahora vamos a aprender las tablas éstas si que fueron una batalla campal para
Mercedes si una corrida de números le había sido difícil, ahora eran tres
divididas por unos signos que los explicaba la profesora una y otra vez. Una
compañera le dijo, tienes que sumar; si tienes dos más dos son cuatro, pero
Mercedes todavía no estaba muy bien en las sumas y se le hacían pocos los dedos
para tantas tablas. La mamá al verla tan afligida con las tablas, le ofreció
regalarle un libro de cuento por cada tabla que aprendiera.
Mercedes se aprendió las tablas y la mamá le
regaló doce libros de cuentos: “El
Príncipe y el dragón”, “Aurelia y sus muñecas” “La maravillosa casa junto al
lago” El
conejito rosado”, “El gigante que tenía miedo”, La mariposa encantada, “La niña y el mago”, El príncipe y la princesa”, La bruja Amaretto” ,Musggette”, El secreto de la Esmeralda ”, “Lupa la bruja verde”. Mercedes estaba feliz; había
ganado la batalla; las religiosa ya no le parecían tan tiesas y les entendía todo lo que
hablaban en clases, así le era mucho más fácil aprender la lección.
Una tarde que no tenía clases se quedó sola con su nana en un momento que
ésta se descuido, se subió al parrón junto con el gato de la vecina; la nana la
vio y empezó a gritar ¡Mercedita… bájese… que se va a quebrar una pierna y que voy a hacer yo
aquí sola; Mercedes la miró y corrió hacia el tejado, quebró varias tejas en su
carrera y se bajó por el lado de la vecina ésta muy asustada la fue a dejar. Cuando llegó la mamá el asunto se puso feo.
La vecina acusete le contó todo a la mamá; la nana no dijo nada. La mamá la
castigó. Ese Domingo no iría a la matinée con lo que le
gustaban las películas de monos animados,
pero no termino ahí; El papá también le
llamó la atención. Lo único que faltaba que la castigara con otro Domingo de
matinée pero ella permaneció muy callada
y el papá se olvidó del problema.
El Domingo no fue a la matinée y se quedó con su nana. Esta estaba
triste; Mercedes la preguntó ¿porqué estás triste nana? Ella le contestó: su
mamá me retó dijo que yo no la cuidaba, que por eso usted
se había subido al tejado. Mercedes la miró un momento y le dijo: no
estés triste nana, te voy a leer un cuento, y fue a buscar sus libros de
cuentos, apartó uno y leyó de corrido a su nana… Había una vez en un reino junto al mar.
Elfridia
20- Abril-1990
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